Actividades hicimos para parar un carro. Algunas, como el juego del yeti en el que me tocó esconderme (una vez me confundieron con un saco de patatas mientras me buscaban) no gustaron demasiado, pero en general conforme avanzaba el campamento las actividades fueron haciéndose más populares, yo diría que a medida que la gente se sumergía en el campamento y lo iba entendiendo. La mentalidad de un campamento es diferente a la de la vida real, y no sabes vivirlo hasta que te das cuenta.
Entre las actividades, realizamos una visita a Sigüenza, que como todo pueblo que se precie, tiene todas las calles cuesta arriba. La actividad consistía en ir acumulando información del lugar preguntándole a la gente. Cuando ya no podía más me tomé una coca-cola en un lugar llamado Los Soportales, en la plaza mayor. Si vais a Sigüenza, id allí, que te regalan unas patatas rebozadas de vicio con todo lo que pides. Lo más curioso que ocurrió por allí le ocurrió a César, ya que fue expulsado de la iglesia porque las chicas de su grupo iban vestidas de forma indecente, según el cura, lo que realmente quiere decir que iban con pantalón corto y camisetas de tirantes, qué barbaridad, ¿verdad? (y esto va combinado con que en el grupo de César siempre están las chicas más guapas, por pura casualidad, claro)
Ese día realizamos la noche del terror. La verdad es que la noche fue de todo menos de terror, y el cachondeo fue generalizado. Atrás quedan los tiempos en los que los fantasmas, los esqueletos, los muertos, los gritos y todo eso daban miedo a los indefensos niños. Tuve que picarme cuando un grupo me quitó la careta, y me costó bastante meterlos en ambiente. Aunque debo decir que yo tuve más éxito que la media, pues mi disfraz de espectro impuso algo, al igual que mi voz de ultratumba (que me dejó afónico tres días) y el lugar que me había tocado, un camino que iba a una gran puerta de rejas de metal que me dio mucho juego. Un monitor, en este caso yo, iba narrando una historia mientras que otro (en mi caso Loles) se encargaba de dar el susto. La verdad es que conseguimos arrancar algún grito, que ya es, aunque la verdad es que los grupos de mayores se asustaban más que los de pequeños…
Algo que se recuperó de anteriores campamentos fue el día de padres. La noche anterior vinieron algunos padres y realizamos una velada en la que se realizaron las actuaciones de los grupos de teatro y coreografía (¡otra vez Bisbal!) y que un pringao como yo se encargó de presentar (porque “tengo mucha labia” dicen). No me llegaba la camisa al cuerpo, aunque estoy contento de cómo me salió, aunque no conseguí dejar quietas las manos en ningún momento.
El día de padres se nos fueron casi todos los niños, por lo que ese día me pegaron y me escalaron menos de lo habitual (Alfredo, ¡vuelve!) Fue un día bastante sencillo en el que hicimos deportes, nos bañamos y realizamos algo que no habíamos hecho hasta ese momento: cantar. Algo que forma parte de cualquier campamento y que este año no se ha hecho casi nada, para mi gusto. Muchos críos me han preguntado ya que porqué hemos cantado tan poco, y espero que el próximo año lo hagamos algo más, aunque para eso necesitamos guitarristas con más memoria que César y más hábiles que Juanza, ejem… Menos mal que estaba el alma del campamento JOE para poner la gracia al asunto y nos enseñó tres canciones (el hombre de Cro , Airí Airó y no hay betún) que triunfaron durante todo el campamento y que se vio obligado a cantar, incluso, el día de padres. Puedo asegurar que no me he reído más en toda mi vida, te queremos, Joe!
Durante la noche nos tocó hacer una serie de representaciones con las que todos nos reímos mucho. Carmen, Yiyi y Ruth (creo no dejarme a nadie) hicieron una que nos recordó a todos que teníamos sueño, Juanza y Clara sacaron una gran representación a partir de ¡un vaso de agua!, César salió a hacer el payaso, Paco hizo de Bumbury (y le tiraron piñas), y yo,… mejor no hablar. Junto con Juanza (quién si no) y algunos acampados tan locos como yo, nos disfrazamos de mujeres, y algunas acampadas se disfrazaron de hombres (lo cual es algo más fácil), tras lo cual hicimos un patético desfile en el que nos lo pasamos genial!. Servidor salió galardonado con el premio a miss Sigüenza 2002 demostrando que tiene arte para estas cosas. Evidentemente, me aseguré de que mi hermano no hiciera fotos del evento, aunque algunas ha sido inevitable que empiecen a circular…
Y, como en todos los campamentos, llegó el día de la marcha. Esta vez serían 10Km hasta un pueblo llamado La Pelegrina que hice cargado de frutos secos por todas partes. Cuando llegamos, como no, comenzó a chispear, y decidimos que dormiríamos en un granero que nos prestaron. Al llegar, los monitores comenzamos a apilar mochilas dentro. Una vez metimos todas las mochilas, mandamos a los chavales al pueblo a que lo visitaran. Se morirían visitándolo, ya que en el pueblo había un único bar y no había tiendas de ningún tipo, ni cines, ni nada, nada… Cuando ya no había críos, nos dimos cuenta de que, efectivamente, los críos no cabrían con las mochilas dentro, así que volvimos a sacar las noventa mochilas… Como fuera había peligro de lluvia, les pusimos un plástico, y nos tocó cargar con unos pedruscos de tamaño considerable para asegurarlo. En ese momento comenzó a llover, y pitamos tres veces. A pesar de que en el albergue no oían nunca el pito, allí sí lo oyeron, llegaron y se metieron sentados en el granero. Entonces, cuando metimos a todos, nos dimos cuenta de que no cabían ni con mochila, ni sin mochila, así que nos tocó cargar los pedruscos para separarlos de los plásticos, quitar los plásticos y cargar de nuevo todas las mochilas, esta vez en un coche que se las llevó. Y así, hicimos los 10Km de vuelta el mismo día que habíamos hecho los de ida.
Dedicamos también un día a un juicio, que volví a perder yo a pesar de que mi equipo lo hizo mejor, ya que todos los jurados de este país están vendidos a los “buenos” y yo siempre defiendo al diablo y esas cosas.
Hicimos también, como no, el típico partido animadores-acampados. Evidentemente, nos agenciamos para nuestro equipo a los dos chavales de 2º de Bachillerato que habían venido, para así tener alguna posibilidad. El primer partido, contra chavales de quinto y sexto, fue ganado por nosotros de forma brillante por 1-0, al llevarse nuestro goleador Ángel Morata (una de nuestras adquisiciones de 2º de Bachillerato) el balón con la mano, pero por suerte, el árbitro era César. El segundo partido, contra gente de 3º de ESO supuso nuestra única derrota, ya que perdimos por 0-1 cuando nos marcaron un gol de chiripa. El tercer partido fue también el más interesante. Jugamos contra un equipo de mujeres + mi hermano Carlos, que osó enfrentarse a mí, y Loles, que nos traicionó y hasta nos marcó un gol. Empatamos a tres, y eso porque el objetivo árbitro César añadió cinco minutos de tiempo cuando íbamos perdiendo 3-1. Jamás volveré a jugar contra Estela… El último partido, contra más gente de 3º de ESO fue vencido por nosotros 1-0, cuando el brillante monitor Fernando (qué grande es ese hombre) empaló un chut tras un corner y marcó el único gol del partido. Evidentemente, aún no lo he asimilado…
El último día realizamos un casino, durante el cual entregamos nuestros regalos al amigo invisible. Yo regalé mi primer pito como animador, que me lo habían pedido docenas de chavales, y paco, que no me escribió nada el muy… me regaló una minibota de vino made in Sigüenza.
El campamento se acabó oficialmente con una velada de las que le gustan a César, con mucho fuego. Y al día siguiente, después de un campamento tan duro, llegó el premio por el que trabaja todo monitor, y por el que te das cuenta de que el sufrimiento de dos semanas ha servido para algo. Las canciones, los abrazos, los gritos de ¡no quiero que se acabe el campamento!, las lágrimas en los ojos de los demás, etc…
Pero lo más impactante es cuando te das cuenta de que a ti, que no has dormido, a ti, que te han pegado y a ti, que te han dicho de todo, te da pena que se acabe el campamento, se te hace un nudo en la garganta y cuando cuarenta críos te abrazan y te besan mientras lloran, ves que a ti también se te escapan algunas lágrimas. He ido a cinco campamentos, como acampado y monitor, y en todos me he quedado con la misma sensación, ¡quiero que llegue el siguiente!